La irrupción de internet, y su posterior masificación, ha provocado la exposición de millones de personas. Nuestro rostro puede aparecer en decenas de páginas e, incluso, para algunos, en millones. Esa exposición, que nosotros, cómo no, creemos que está controlada, permite que cualquiera pueda identificarnos. Pero imagínense que su rostro es utilizado en miles de prototipos robot en todo el mundo. ¿Qué precio estarían dispuestos a aceptar? ¿Aceptarían en algún caso?
La empresa Geomiq, una compañía londinense de ingeniería, ha lanzado la siguiente propuesta para lanzar su nuevo prototipo de robots: 100.000 libras (116.193 euros) por ceder los derechos de su rostro de por vida.
La empresa londinense está realizando un prototipo confidencial para una corporación interesada en la creación de robots que se utilicen como amigos virtuales de las personas mayores. Geomiq ha explicado en un comunicado que el rostro seleccionado será “reproducido en miles de versiones de robots en todo el mundo”.
La búsqueda de un rostro amigable resulta un problema para la compañía, que ha detallado: “Estamos haciendo un llamamiento público para tratar de encontrar a la persona adecuada. El diseñador sabe que esto es un gran problema y ha establecido una tarifa de 100.000 libras para ceder los derechos de una cara de por vida”.
Una de las grandes polémicas generadas tras el anuncio ha sido la desconfianza del público de cara a entender el porqué de la utilización de una cara real. Es decir, la inteligencia artificial permite crear rostros que podrían solucionar rápidamente el problema. Aunque si la empresa quiere utilizar un rostro real para generar confianza en el usuario, las preguntas serían: ¿qué entendemos como un rostro amigable para la gente mayor? ¿Puede un rostro ser amigable para todos?
En conclusión, la tecnología relacionada con los robots se abre camino en un vacío difícil de interpretar. En los últimos meses, los robots ya se han convertido en camareros, recepcionistas de hotel, amigos virtuales de gente mayor e, incluso, aspiran a ser jueces. Isaac Asimov definió a los robots civiles como “un gran bien, ya que las Leyes de la Robótica le impedirían dañar a un ser humano, lo incapacitarían para la tiranía, la corrupción, la estupidez, el prejuicio”.
Y nosotros solo nos preguntamos: «Siri, ¿dónde está vuestro límite?».
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